Ateroesclerosis
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Las lipoproteínas
de baja densidad (LDL) son las encargadas de transportar alrededor del 75% del
colesterol por todo el organismo. Aunque las LDL no acostumbran a ser dañinas,
las lipoproteínas de baja densidad se pueden depositar en las paredes
arteriales dando lugar a un proceso llamado oxidación, causado por moléculas
inestables llamadas radicales libres de oxigeno. Dichas partículas son
liberadas de manera natural durante procesos químicos que tienen lugar en el
cuerpo pero aumentan cuando el cuerpo esta expuesto a toxinas como por ejemplo
el humo del tabaco.
Los radicales
libres combaten a las bacterias pero, en exceso, pueden ser dañinos. A los
radicales libres les falta un electrón, es por eso que se unen con cualquier
otra molécula, pudiendo resultar destructivos.
Cuando las LDL se depositan en
las paredes arteriales, los radicales libres liberados de las membranas de las
paredes, atacan y modifican su forma. La forma oxidada resultante de las LDL
hace que los glóbulos blancos (leucocitos) del sistema inmunológico se agrupen
allí formando una sustancia grasa llamada ateroma que causa inflamación y daños
al endotelio, la capa de células que recubre el interior de los vasos
sanguíneos.
Las LDL oxidadas
también juegan un papel importante reduciendo los n i v e l e s d e óxido
nítrico, una sustancia química que colabora en la relajación de los vasos,
permitiendo que la sangre fluya sin obstáculos. A medida que el proceso
continúa, las paredes arteriales se van estrechando paulatinamente, reduciendo
así el flujo sanguíneo y dando lugar a la ateroesclerosis (endurecimiento
de las arterias).
Además, se puede
depositar calcio en la zona inflamada de la arteria. Estas zonas recubiertas de
calcio pueden romperse con el paso del flujo sanguíneo, dando lugar a lesiones
y a la formación de coágulos de sangre.
La
ateroesclerosis es la alteración que más importantemente contribuye a la
enfermedad coronaria, reduciendo o incluso impidiendo el aporte de oxígeno a
los tejidos vitales del corazón. Cuando tiene lugar una obstrucción, ya sea por
el aumento gradual del ateroma o por la formación, mucho más rápida, de los
coágulos de sangre, se produce un infarto.
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